Así llegamos al "Día de las Chapas", mi preferido.
Recuerdo cuando era chico y nos íbamos los amigos, cada uno con su chapa "tuneada", a la explanada y comenzábamos a diseñar el recorrido. Mirábamos y mirábamos bien todas las posibles dificultades y obstáculos a salvar: piedras, raíces, agujeros, y un largo etcétera. Se nos pasaban las horas ¡y por fin, llegaba el momento! ¡Ahhh qué buenos tiempos!
Por eso nunca dejaré de jugar a las chapas en el cole, porque creo que reúne una serie de cualidades físicas y sociales increíbles.
La experiencia ha sido maravillosa, ¡Chic@s! ¡No dejéis nunca de jugar!
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